Mi hijo

Este espacio tiene como fin compartir con mi familia y amigos lo que fue la espera de mi hijo y su llegada.
En octubre de 2009, decidí que podía ser madre y comencé la aventura de serlo por la vía de la adopción. Formalmente empecé en enero de 2010 esta linda aventura...Les contaré lo que ha sido y haré para mi hijo un espacio mágico, que podrá visitar más tarde.
No es un diario pero trataré de relatar algunas cosas, así un día él también sabrá que el lazo que nos une desde el alma estaba tejiéndose entre los dos hace mucho tiempo, sabrá cuánto lo he amado y anhelado en mi corazón y conocerá cómo viví el tiempo de su espera y lo que hace en mi su presencia.


jueves, 28 de marzo de 2019

El hilo rojo...

Cuánto tiempo ha pasado sin pasar por mi blog. Publiqué casi todo en facebook, pero prefiero sin duda este lugar, parece solo mío.

Sin embargo creo que debe haber una razón. Facebook es rápido, inmediato, subo fotos, escribo, hablo de mi hijo. Nuestros viajes, encuentros, vivencias al alcance de un clic. Sin embargo,  creo también que la maternidad se tranquiliza, la maternidad con los años empieza a ser un terreno conocido, más tranquilo no es la palabra, pero si hay algo se apacigua, el tiempo parece un aliado en lo que antes eran terrenos escabrosos plagados de miedos, incertidumbres, dudas y gripas; con el tiempo la maternidad  entra en el ritmo cotidiano sin hablar tanto como en los primeros años. Asumo, que en parte, esas son algunas de las razones para el silencio por aquí. Pero este silencio no fue sin letras. Encuentro, ahora queriendo actualizar el blog, mil cartas y notas escritas. Encuentro alusiones a conversaciones bellas y profundas, las más profundas de mi vida. Encuentro papelitos, cuadernos con enormes soliloquios de lo que este niño mueve en lo más profundo, algo insiste en ser dicho, algo insiste en palabras, palabras escritas. Es una evidencia. Voy dejando rastro de sus vivencias,  de lo que me cuenta sobre ellas, de cómo su relación con la palabra va cambiando y se va adentrando en ese terreno que me fascina de la filosofía, de las preguntas sobre Dios, sobre creer, sobre ser hombre y por qué.

Las preguntas más conmovedoras y contundentes que han quedado registradas, pero además en mi memoria profunda,  fueron al rededor de los 6 y 7 años: ¿dónde estoy yo en las pocas fotos que tenemos de sus primeros años de vida, yo tomé la foto o dónde estaba, por qué no me ve? El albúm de fotos ha estado siempre a su alcance, y con ellas dos mujeres que lo cuidaron en su familia sustituta. Los primeros meses de nuestra familia  las recuerda y les dice mami y hermanita, pero la represión va haciendo lo suyo y entre los 6 y 7 ya no sabe quiénes son, no recuerda y me reclama mi presencia. ¿Y entonces pregunta quiénes son sus progenitores, por qué no están, por qué lo dejaron? y entonces con el corazón hecho un nudo me decido a explicar lo que es el amor: el amor que no puede proteger pero que da otra opción, el amor que por ser amor, prefiere que su propia sangre y  su propia carne esté en manos literalmente de otro corazón.  Le hablo de la leyenda de los dos lazos rojos que están destinados a encontrarse  porque se eligieron  desde antes mismo de existir, y eso que él llama Dios los unió de una forma que implicaba esa ruptura y que esos esos dos lazos  rojos, destinados a encontrarse no podrán separarse jamás. Él y yo, cada uno, sostiene una de las puntas del famoso lazo rojo.  Definimos el amor, como entrega y como adopción, como acogida, sin sangre y sin carne, con puro deseo, deseo de maternidad, deseo de familia, deseo de tener una, deseo finalmente de ser amados, los dos. Explico por qué los progenitores de tanto amor, lo ofrecieron, porque ellos mismos no lo podían ver crecer en seguridad, en confianza y bienestar, lo entregan por puro amor  a una madre que lo podía sostener, amar hasta el infinito, criar, ver crecer, detallar su vida, escribirla, como muestra, a su vez de su propio amor. Nunca había tenido una conversación tan profunda. Nunca, los cimientos de mis propias creencias se movieron tanto. Nunca alguien había vaciado mi alma. Nunca había amado tanto. Nunca. O bueno, tal vez, no  sé si se puede comparar, tal vez,solo ta vez a mis propios papás. Pero esa es otra historia.

No pasar por aquí  este tiempo no fue entonces falta de escribir. Es que se escribió en la vida, a diario, como toda vida, como cada vida, sin letras, pero con historias que vuelvo a retomar.





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